—¡No puedo creerlo! —espetó Heather con fastidio—. Dije
claramente que tenías que estar sexy. ¿En qué parte de mi mensaje entendiste
que tenías que anudarte al cuerpo el mantel de tu abuela?
Jane se encogió de hombros sin dar la más mínima
importancia a la indignación de Heather. Se apartó de la puerta para ponerse
los zapatos y coger el bolso mientras que Heather cruzó el umbral tras ella,
lanzándole un sermón sobre moda y manifestando el disgusto que le producía su
mantel-vestido.
—Ya basta, Heather. No me interesa atraer la atención de
ningún obtuso obsesivo-sexual, y lo sabes.
Heather frunció sus labios pintados de rosa palo. Incluso
con ese gesto, Heather era toda una belleza. Su cabello era rubio platino,
distribuido en ondas que le rozaban su perfecta cara con elegancia. Sus ojos
eran azules, delineados hábilmente con el eyerliner. Su piel era pálida y suave
y realzaba su bello cuerpo de pechos grandes y piernas largas con vestidos
ceñidos de colores intensos. En aquel momento llevaba uno rosa a juego con su
pintalabios y estaba de pié sobre unas sandalias plateadas con un tacón de 12
cm. Estaba realmente espectacular.
No es que Jane pensara en competir con Heather en cuanto
a belleza. Sabía perfectamente que Heather era una diosa del glamour, y había
vivido con ello durante años. Por ello veía estúpido tratar de parecerse a
ella. Jamás tendría su aspecto ni en manos de los maquilladores de Hollywood. Y
tampoco la inquietaba. No es que ella aborreciera su propio aspecto. De hecho,
no era nada fea. No tenía unas piernas tan largas como Heather, pero eran
firmes y podían catalogarse de bonitas. Y a pesar de ser menuda, su cuerpo era
curvilíneo, y Heather había envidiado en voz alta más de una vez sus curvas.
Sus pechos no eran grandes, pero tampoco se la tenía jurada. Podía convivir con
su tamaño. Además, tenía una piel lisa y suave, un cutis perfecto, y sus ojos
eran violetas. Y aunque no apostaba por el aspecto supermodelo de Heather, ella
se sentía cómoda en sus sencillos vaqueros y su cara lavada.
Heather cruzó las piernas sentada en su sofá de cuero
negro.
—Ni siquiera les das una oportunidad —le reprochó
Heather.
Jane resopló con fastidio.
—¿Y qué me dices pues de que saliera con Allan?
Heather puso los ojos en blanco.
—Sólo saliste con él una vez, y ni siquiera te quedaste
hasta el final de la velada. Desapareciste maleducadamente en cuanto te
enteraste de que había sido alcohólico.
—¡Pues claro! Estoy agotada de perder el tiempo en el
terreno sentimental. Llevo una media de… ¿ciento por ciento? De fracasos
amorosos. No me iba a arriesgar a que terceros, que encima pudieran tratarse de
botellas de vodka, se entrometieran en nuestra hipotética relación.
Heather meneó la cabeza, queriendo dar un mensaje del
tipo << eres imposible>>.
—Eres una exagerada.
—No, sólo conozco
el concepto de “recaída” —protestó Jane mientras terminaba de abotonarse su
abrigo negro.
—Al igual que desconoces el concepto de “confianza”
—señaló Heather levantándose del sofá y desfilando hacia la puerta. Tenía tanta
gracia caminando que parecía estar sobre un plató enseñando al mundo la nueva
colección de Prada.
Jane la siguió mientras por el camino iba apagando las
luces, dejando en apartamento en la penumbra.
—¿Y qué me vas a decir de Melvin? —le interrogó Heather
desde el descansillo de las escaleras del portal.
—¿Melvin? ¿Te refieres al mismo Melvin que se pone a
diario un par de calcetines distintos entre ellos porque cree que le da buena
suerte? Es demasiado friki incluso para ti.
—¿Y qué hay de George? —preguntó mientras descendían las
escaleras del segundo piso.
—No puedo quitarme la imagen de sus morros pringados de kétchup
cuando en nuestra primera cita me llevo al “sofisticado y delicioso” Mc Donald’s.
—¿Y Danny?
—Ah, sí, Danny. Aquel
diestro bailarín que casi me fractura los huesos de los pies bailando. El mismo
que me pilló los dedos de la mano con la puerta de su coche cuando me llevó a
mi más que ansiado regreso a casa —rememoró Jane con voz agria.— Por favor,
incluso Terminator sería menos torpe
intentando mostrarse caballeroso.
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