martes, 10 de enero de 2012

►PRÓLOGO. [Part II]


—¡No puedo creerlo! —espetó Heather con fastidio—. Dije claramente que tenías que estar sexy. ¿En qué parte de mi mensaje entendiste que tenías que anudarte al cuerpo el mantel de tu abuela?

Jane se encogió de hombros sin dar la más mínima importancia a la indignación de Heather. Se apartó de la puerta para ponerse los zapatos y coger el bolso mientras que Heather cruzó el umbral tras ella, lanzándole un sermón sobre moda y manifestando el disgusto que le producía su mantel-vestido.

—Ya basta, Heather. No me interesa atraer la atención de ningún obtuso obsesivo-sexual, y lo sabes.

Heather frunció sus labios pintados de rosa palo. Incluso con ese gesto, Heather era toda una belleza. Su cabello era rubio platino, distribuido en ondas que le rozaban su perfecta cara con elegancia. Sus ojos eran azules, delineados hábilmente con el eyerliner. Su piel era pálida y suave y realzaba su bello cuerpo de pechos grandes y piernas largas con vestidos ceñidos de colores intensos. En aquel momento llevaba uno rosa a juego con su pintalabios y estaba de pié sobre unas sandalias plateadas con un tacón de 12 cm. Estaba realmente espectacular.

No es que Jane pensara en competir con Heather en cuanto a belleza. Sabía perfectamente que Heather era una diosa del glamour, y había vivido con ello durante años. Por ello veía estúpido tratar de parecerse a ella. Jamás tendría su aspecto ni en manos de los maquilladores de Hollywood. Y tampoco la inquietaba. No es que ella aborreciera su propio aspecto. De hecho, no era nada fea. No tenía unas piernas tan largas como Heather, pero eran firmes y podían catalogarse de bonitas. Y a pesar de ser menuda, su cuerpo era curvilíneo, y Heather había envidiado en voz alta más de una vez sus curvas. Sus pechos no eran grandes, pero tampoco se la tenía jurada. Podía convivir con su tamaño. Además, tenía una piel lisa y suave, un cutis perfecto, y sus ojos eran violetas. Y aunque no apostaba por el aspecto supermodelo de Heather, ella se sentía cómoda en sus sencillos vaqueros y su cara lavada.

Heather cruzó las piernas sentada en su sofá de cuero negro.

—Ni siquiera les das una oportunidad —le reprochó Heather.

Jane resopló con fastidio.

—¿Y qué me dices pues de que saliera con Allan?

Heather puso los ojos en blanco.

—Sólo saliste con él una vez, y ni siquiera te quedaste hasta el final de la velada. Desapareciste maleducadamente en cuanto te enteraste de que había sido alcohólico.

—¡Pues claro! Estoy agotada de perder el tiempo en el terreno sentimental. Llevo una media de… ¿ciento por ciento? De fracasos amorosos. No me iba a arriesgar a que terceros, que encima pudieran tratarse de botellas de vodka, se entrometieran en nuestra hipotética relación.

Heather meneó la cabeza, queriendo dar un mensaje del tipo << eres imposible>>.

—Eres una exagerada.

—No, sólo  conozco el concepto de “recaída” —protestó Jane mientras terminaba de abotonarse su abrigo negro.

—Al igual que desconoces el concepto de “confianza” —señaló Heather levantándose del sofá y desfilando hacia la puerta. Tenía tanta gracia caminando que parecía estar sobre un plató enseñando al mundo la nueva colección de Prada.

Jane la siguió mientras por el camino iba apagando las luces, dejando en apartamento en la penumbra.

—¿Y qué me vas a decir de Melvin? —le interrogó Heather desde el descansillo de las escaleras del portal.

—¿Melvin? ¿Te refieres al mismo Melvin que se pone a diario un par de calcetines distintos entre ellos porque cree que le da buena suerte? Es demasiado friki incluso para ti.

Heather no pudo reprochárselo.

—¿Y qué hay de George? —preguntó mientras descendían las escaleras del segundo piso.

—No puedo quitarme la imagen de sus morros pringados de kétchup cuando en nuestra primera cita me llevo al “sofisticado y delicioso” Mc Donald’s.

—¿Y Danny?

—Ah, sí, Danny. Aquel diestro bailarín que casi me fractura los huesos de los pies bailando. El mismo que me pilló los dedos de la mano con la puerta de su coche cuando me llevó a mi más que ansiado regreso a casa —rememoró Jane con voz agria.— Por favor, incluso Terminator sería menos torpe intentando mostrarse caballeroso.

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