lunes, 2 de enero de 2012

❈ Palabras Imaginadas ❈

En este apartado colgaré relatos, microrelatos, poesías, fragmentos, reflexiones, etc. En fin, cualquier texto hecho por mí y que sea independiente de la novela.



1.STOCKHOLM SYNDROME

—Si pretendías conservarme como prisionera, ¿por qué me dejaste una vía de escape tan asequible? —preguntó ella, clavando en él una mirada caldeada.

Él se encogió de hombros con despreocupación.

—Era un modo de estudiar a mi presa.

Ella se mostró indignada.

—¡Y una mierda! Antes que tu presa, soy una persona. Y como tal, no merezco ser tratada de este modo —le espetó.

—No te trato mal. Te trato como a una persona, solo que en un recinto reducido.

—¿Y desde cuando el tratar bien incluye excluirle la libertad a alguien?

—No te he arrebatado tu libertad. Solo la he limitado. Eso no me convierte en un monstruo, como tú pretendes clasificarme —observó él con absoluta tranquilidad.

Ella rechinó los dientes y lo miró iracunda.

—No sabes cómo te detesto. Has batido un record: te has ganado mi eterno desprecio en cuestión de segundos. ¿Ése era tu plan? Porque si es así, te doy mi enhorabuena. Lástima que el premio que deseo darte sea ilegal —escupió ella mordaz.

Él río estruendosamente para irritación de ella.

—No te rías —le advirtió ella.

Él hizo caso omiso a sus palabras y siguió carcajeándose.

—O si no, ¿qué? —preguntó él con el humor bailando aún en sus ojos.

—No te lo voy a decir. Sino estarías alerta y eso dificultaría mis pretensiones.

—Hummm. Y si lo adivinara, ¿me lo dirías? —preguntó él avanzando un paso hacia ella.

—Tal vez te lo diría segundos antes de llevarlo a cabo, cuando no pudieras escapar.

—Hummm. Y si yo pretendiese hacerte algo… ¿Agradecerías que te lo dijera con antelación, aunque solo fuesen unos instantes antes? —preguntó él salvando la escasa distancia que los separaba. Ahora sus respiraciones se entremezclaban.

—S-sí —contestó ella con voz temblorosa mientras retrocedía en un desesperado intento por alejarse de él.

Pero él también avanzaba a su vez y de pronto, ella se vio arrinconada entre la pared y él. Su espalda chocaba contra el muro, y él estaba frente a ella, a muy escasa distancia. Sus ojos la miraban con fijeza, insondables y ardientes. Él dio un paso más, un paso que obtuvo como consecuencia la fricción de sus cuerpos. Sus labios estaban a una distancia peligrosa. La razón le decía a ella que huyera, pero se encontraba hipnotizada por aquella mirada y por aquella aura peligrosa y enigmática que lo envolvían. Estaba atrapada. Atrapada en un deseo que iba creciendo mientras sus labios aguardaban expectantes ese beso que prometía su mirada.

—En ese caso —susurró él entrecerrando los ojos e inclinando suavemente la cabeza hacia ella, salvando toda distancia entre ellos y rozándola—,  te informo de que voy a besarte —terminó diciendo con voz ronca, con una voz cargada de deseo, antes de unir por completo sus labios con los de ella y saborear el mismísimo paraíso.










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