martes, 3 de julio de 2012

►CAPÍTULO IX [Part II]


—¡¿Me has arrastrado de la cama para hacer de niñera?! —exclamó con exaltada incredulidad mientras elevaba sus gafas de sol oscuras desde el puente de la nariz hasta la frente.

Estaban frente a la fachada principal del hotel, parados ante su flamante Jeep Cherokee lacado en negro, y sentada detrás en una silla infantil homologada vislumbraba a una niña de bucles de oro que la miraba con patente hostilidad.

Imposible. Ella DE-TES-TA-BA a los mocosos. No podía pasar más de un minuto con ellos sin desear que desaparecieran de su lado. Sus berridos y caprichosos lloriqueos acababan con su paciencia en un santiamén. Pero esta niña no era un bebé. Rondaría los siete años… Y podía llegar a ser más irritable aún que un babeante bebé. Porque tenía conciencia y una mente que sabía maquinar con inteligencia los planes que se le antojaran… Y esos planes bien podrían concentrarse en hacerle el día imposible a juzgar por el modo en que la miraba.

Connan sonrió, aparentemente ignorante del campo de batalla que se había instalado en el cruce de miradas entre la pequeña y ella.

—Es mi hermana pequeña, Allison —explicó él, como si eso hiciera más positiva la perspectiva de pasar más de dos minutos en compañía de esa mocosa—. Le prometí una excursión y me pareció que ésta era una buena ocasión para cumplir mi palabra.

Jane no pudo hacer desaparecer la tensión de su cara. La próxima vez que se dejara embaucar ante la promesa de una sorpresa se aseguraría de que la persona en cuestión estuviera bien informada acerca de su aversión a los niños.

Observó a Connan acomodarse en el asiento conductor, y como el tapizado de cuero y su elegante apariencia se fusionaba en un conjunto perfecto. Ambos habían nacido para pertenecerse el uno al otro. Aquel coche parecía realzar la masculinidad que exudaba Connan, su solidez y su capacidad para deslumbrar.

Reprimió un exasperado gruñido mientras se veía avanzar hacia el lado copiloto, sintiéndose como un carnero que desfilara hacia el matadero. Como no se le ocurría ninguna excusa que la eximiera de parecer idiota tuvo que tragarse su descontento y sentarse en el coche junto a él. Empleó unos segundos en maldecirse a sí misma, porque ella solita había ido en pos de su fatídica suerte de aquel día.

Cuando aterrizó de la comitiva de improperios que rondaba su mente, se percató del rostro resplandeciente de Connan, que parecía muy complacido por poco estaban marchando las cosas aquella mañana.

—Allison —llamó él, mientras sus ojos azules se despegaban de ella para mirar hacia la niña en la parte trasera—. Ella es amiga mía; se llama Jane. Estoy seguro de que os gustaréis —comentó él, volviendo su mirada nuevamente a Jane. Aquel comentario exageradamente entusiasta casi consiguió arrancarle una carcajada, pero Connan parecía hablar en serio y no tuvo el valor de burlarse.

En cambio, se esforzó por mostrar cierto interés y miró hacia atrás inclinándose sobre el lateral del asiento, y enseguida se arrepintió porque la niña le devolvió una mirada envenenada y sus labios se fruncían feamente, como si estuviera esforzándose en reprimir una sarta de palabras ofensivas hacia ella.

—Hola Allison —la saludó Jane, aunque muy fríamente, sin adornar sus palabras con una amable sonrisa. Ella no era hipócrita, ni tenía el interés suficiente en ella como para tratar de enderezar un mal comienzo. Estaba segura que la relación más pacífica entre ellas iba a ser la ignorancia, camino que la niña ya había emprendido y que Jane estaba encantada de secundar.

Sin embargo se equivocaba. Allison estaba muy lejos de otorgarle una cómoda indiferencia, y en cambio iba a participar de la forma más activa posible para espantarla de su vida. Sus siguientes palabras así lo revelaron.

—Ahórrate el saludo y mejor practica un adiós, porque no pasará mucho tiempo antes de que te despidas para siempre de nosotros —le respondió la niña con arrogancia y acritud, con la implícita amenaza de lo que ya sospechaba: iba a ser objeto de todo un boicot infantil. Estupendo. Aquel día iba a ser muy muy muy muy pero que muy… largo.

—¡Allison! —exclamó Connan a su lado con tono amonestador y el ceño fruncido—. Está excursión tiene como propósito que todos disfrutemos, pero pareces no haber captado bien el mensaje.

—¡No! ¡Sí lo he captado! —chilló la niña enfadada—. ¡No te lo pasas bien solo conmigo y tienes que traer a tus asquerosas amiguitas!

Ese era un golpe duro, aunque por lo manipulador que resultaba. Sin embargo, Jane atisbó en el semblante de Connan cierta vulnerabilidad hacia las palabras de la niña, como si le preocupara realmente la impresión que pudiera tener la pequeña al respecto. Sin embargo, Jane desde el exterior, sin estar involucrada directamente en esa relación y con la valiosa carta de la antipatía que le suscitaba la niña veía claramente que solo se trataba de una quisquillosa practicando manipulación emocional con bastante destreza.

—Basta ya —dijo él, tratando de imprimir autoridad a su tono. Y aunque lo consiguió, Jane ya había visto como su enfado hacia ella se resquebrajaba segundos antes—. No es justa tu actitud hacia Jane. Dale una oportunidad para que te caiga bien o mal. Pero no prejuzgues. Es una fea costumbre que tienes y además muy perjudicial, sobre todo para ti misma.

—¡No! —protestó Allison con vos estridente—. ¡No quiero conocerla! ¡Ya he conocido a todas tus novias y todas eran tontas, asustadizas o tan aburridas que no merecía la pena ni molestarlas! ¡Y las que no eran así tenían ganas de quitarme de en medio y eran unas furcias asquerosas!

Jane sintió que había juzgado mal a la niña. Era aún más revoltosa y deslenguada de lo que había esperado en un primer momento. Enseguida sintió grandes deseos de escabullirse y aprovechó el tenso y breve silencio que siguió al rapapolvo de la mocosa.

—No tengo ningún problema en desertar de esta excursión —dijo—. Tengo cosas que hacer, además.

Enseguida se arrepintió de haber hablado. Connan la miró con la burla brillando en sus ojos. Y ella entendía por qué: había creído captar cierta cobardía de cara a un día en compañía de su rebelde hermanita. Pero estaba muy equivocado. Ella no temía a la niña y su hostilidad hacia ella. Lo que temía era a su propia paciencia y su capacidad para no estrangular a esa renacuaja. Porque no dudaba de las fatales consecuencias que podía adoptar el asunto si la niña se empeñaba en molestarla.

—Nosotros tampoco tenemos problema en que te quedes y sigamos con el plan inicial —apuntó él con voz risueña.

—Habla por ti —gruñó Allison desde atrás, pero ese comentario no recibió atención ni por parte suya ni por parte de él.

—Pongámonos en marcha —sugirió Connan mientras arrancaba el motor y dirigía el auto a la carretera.

Jane optó por relajarse y tomárselo con la máxima calma posible. Se recolocó las gafas de sol sobre el puente de la nariz y bajó la ventanilla tintada de su lado para poder sentir la brisa desordenándole el cabello y refrescándole la cara.

Connan puso la radio en una emisora musical, y de pronto recibió el último empujón que necesitaba para transformar su semblante sombrío en uno optimista al descifrar la canción que sonaba. 

You say that it’s over baby, Lord, you say that it’s over now, but still you hang around me, come on, won’t you move over… You know that I need a man, honey Lord, you know that I need a man, but when I ask you to you just tell me that maybe you can[1]… —Jane comenzó a cantar emulando de forma divertida el estilo de Janis Joplin, realmente entusiasmada de escucharla, mientras el viento le llegaba a través de la ventana bajada y hacía de su cabello un revoltijo indómito.

Aquello le valió una mirada divertida de Connan, que tardó muy poco tiempo en prorrumpir en carcajadas.

—¿Con que Janis Joplin, eh? —dijo aprovechando un momento instrumental en el que la guitarra tenía protagonismo.

Ella despegó sus ojos del huidizo paisaje y lo miró dedicándole una sonrisa.

—Me encanta.

—Jamás lo habría adivinado —confesó él divertido. Su rostro adoptó un aire travieso cuando continuó diciendo—: te asociaba música más tétrica a juzgar por tu tendencia a estar seria.

Jane soltó una risita.

—Mírame. Soy todo un despliegue de actitud fúnebre —replicó con ironía.

Connan puso los ojos en blanco, peros su labios sonreían.

—Me has malinterpretado. He dicho que tienes tendencia a ser seria, no que lo seas. Por suerte con el influjo adecuado, osase yo, eres capaz de ser la más sociable y divertida de las mujeres.

Aquella revelación incrementó la risa de Jane.

—Tal vez a tu arrogancia le cueste aceptar el hecho de que no pienso diseccionar todo lo que me dices.

La provocación le valió a Jane un ligero pellizco en uno de sus muslos desnudos.

—¡Au! —se quejó, aunque en verdad había sido lo inesperado del gesto más que el dolor lo que le había arrancado la protesta—. Señor Cangrejo vigile sus pinzas.

—Jamás había conocido a nadie que insistiera en buscarle tantas alternativas a mi nombre —comentó Connan risueño.

—¿Lamenta el Señor Cangrejo que no le dedique apodos más dignos? —se burló Jane.

—No, princesita. Lo único que lamenta “el Señor Cangrejo” es no contar con una compañía más digna de su rango —bromeó él.

—Vaya, qué pena. Ningún centollo parecía entusiasmado ante la idea de pasar tiempo contigo y tuve que sacrificarme yo —dijo Jane siguiéndole el juego.

Connan tuvo que reírse.

—Eres una dura rival, ¿eh? —comentó mirándola de reojo y ostentando una ancha sonrisa.

—Mi lengua es mi mejor mecanismo de defensa —dijo Jane con alegría—. Tú en calidad de cangrejo posees tus pinzas, y en la de vikingo la fuerza bruta. Y yo me basto con mis aptitudes verbales para enfrentarme a ti en todas tus facetas.

—¿Y qué hay de la pasión? ¿Te sirven de escudo las palabras cuando te enfrentas a la pasión, Jane? —preguntó de pronto él, dedicándole una mirada rápida e intensa por el rabillo del ojo durante el tiempo justo que se lo permitía la carretera.

Jane sopesó su respuesta un momento. Apartó la vista hacia el cuadro que le ofrecía la ventanilla. Ya habían salido a las afueras de la ciudad y a cada lado se extendían metros y metros de prados adornados de hermosos árboles que tejían misterio con sus formas.

—Eso depende de si quiero evitar caer en ella o por el contrario deseo rendirme —dijo finalmente.

—Yo creo que estás más subyugada por los instintos de lo crees. Es por eso que te empeñas en alejar cualquier tentación con tanto brío. Porque no quieres dejarte sentir.

Jane frunció el ceño. Aquello indicaba cierta vulnerabilidad hacia sus palabras, pero por suerte aún llevaba puestas las gafas de sol, las cuales le permitían fingir un interés superficial por lo que hablaba.

—¿Tienes algún añadido más para tu teoría? —preguntó tratando de ahondar en el tema y resultar a la vez desenfadada.

—Sí —dijo él—. Tengo la sospecha de que eres muy intensa sintiendo. Pero no siempre te ha reportado buenas experiencias y tratas de prevenir en vez de arriesgarte a tener que sanar.

Jane sintió cierta inquietud hacia sus palabras.

—¿Y ya está? —dijo con cierta brusquedad—. ¿Ahora resulta que mi negativa a acostarme contigo es un problema patológico mío?

El rostro de él se ensombreció. Era evidente que no le agradaba el giro que había adoptado la conversación.

—En ningún momento he mencionado el caso hipotético de que nos acostáramos juntos.

—Pero esta conversación tenía como propósito esclarecer los motivos por los que no quiero hacerlo. ¿No es cierto? —preguntó Jane un tanto agresiva—. Digamos que te has cruzado con un tipo de mujer al que no le basta tu maravilloso físico para llevártela al catre. Ni tampoco le impresionan los detalles lujosos. ¿Tanto te cuesta entenderlo?

Él encontró un momento para lanzarle una mirada intensa.

—Sí, me cuesta entender —contestó—. Me cuesta entender por qué nunca antes he deseado a alguien con la intensidad con la que te deseo a ti. Me cuesta entender por qué me esfuerzo tanto por pasar tiempo contigo y conocerte. Pero sobre todo me cuesta entender por qué no me rindo cuando tu respuesta a mis intentos no es propicia a seguir probando.

Jane se quedó muda un momento. No supo de inmediato que contestar a esa confesión. Observó el perfil de Connan que había devuelto sus ojos a la carretera, aunque sospechaba que la atención seguía estando concentrada en la conversación y en su presencia.

—Será cuestión de arrogancia. Nunca te han dicho que no y no va a ser esta la primera vez. Daría mi brazo a que es eso lo que te ocurre —contestó ella convencida. Y la posibilidad de que eso fuera cierto le provocó una punzada de incomodidad. Si era sincera, le molestaba que tuviera un interés tan egocéntrico para pasar tiempo con ella.

—Debí suponer que pensarías eso —contestó él simplemente. No añadió nada más y permaneció en silencio largo rato.

Jane tampoco se vio con ánimo de llenar el silencio y dejo que sus ojos y su mente se perdieran en el hermoso paisaje que transcurría veloz frente a ella. Las arboledas existentes en las explanadas adyacentes a la carretera supusieron un paisaje idóneo para inspirar sus pensamientos. Decidió desconectar de la realidad y sumergirse en la vida de los personajes de su obra. Dado que la novela transcurría principalmente en una campiña inglesa la exposición de la naturaleza resultó un buen fondo para su imaginación, y enseguida escenas inconexas se formaron en su mente. Y aquellos episodios serían luego la esencia de la novela; el alma. Después su trabajo sería ordenarlas de manera coherente y hacer de ellas una cadena bien conectada que tradujera su exaltada imaginación en una narración con sentido.

La belleza del paisaje, el ejercicio mental y la hermosa música la sumieron en un cálido trance que pronto se tornó en sueño y Jane terminó por desatarse de los lazos de la realidad para viajar al mundo donde germinan las fantasías.


[1] Tú dices que esto termina nene, tú dices que esto termina ahora, pero aún tú me persigues, vamos, no te moverás… Sabes que necesito un hombre, cariño, sabes que necesito un hombre, pero cuando te lo pido tú solo dices que tal vez tú puedas… Letra de la canción “Move over” de Janis Joplin.

2 comentarios:

  1. Me gustó el blog y me gustó mucho como escribe Mlle! Un cordial saludo (estoy también en la Sociedad Victoriana Augusta)

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  2. Muchísimas gracias por tus palabras!^^ Qué sorpresa tan grata que también estés en la SVA :P Espero que nos topemos muy pronto por allí! :)
    Nuevamente gracias pro tus animos :)

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